ORGANIZACIÓN CÍVICA DE IMPULSO SOCIAL
Confederada a Ciudadanos de Centro Democrático [CCD]

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4 nov 2015

Hombres de Estado

:: Opinión | Eneas

La proximidad de las elecciones impide un pacto sobre Cataluña. ¿Priman los intereses de partido sobre los intereses de España? Va a ser que sí. Y de ahí, mi reflexión.

Compruebo que sufrimos un progresivo, imparable, déficit de valores entre los nuevos dirigentes de partidos. Compromiso tendente a cero. Cero en los nuevos y en los veteranos. La Constitución de 1978, que yo recuerde, la firmamos o conformamos la inmensa mayoría de españoles. También, y especialmente, Cataluña. Y los partidos, incluyendo el PC de Santiago Carrillo. Han pasado casi 40 años. Ahora, en el muy avanzado y tecnificado 2015, a nuestros dirigentes aquella odisea no les parece que fuese lo suficientemente revolucionaria. Las nuevas generaciones políticas, para acabar con el régimen democrático actual, intentan cambiar aquella Constitución. ¿Para qué? Algunos sectores, para adaptarla a los gustos de los separatistas, por ejemplo. El separatismo, llámese nacionalista, llámese bolivariano, por lo visto les inspira un amor platónico. Otros sectores, para ceder también ante exigencias rupturistas. Quieren pactar para transformar el Estado, y alumbrar dos tipos de ciudadanos: por un lado los de pata negra, en ese caso los de butifarra negra; y por otro, el resto de sus vecinos españoles. Éstos últimos deberán pagar un tributo a los nuevos señores, 'casta' formada por los 'buenos', los antisistema. Vaya panorama esa nueva república, formada por antisistemas; y servidos por los nobles patricios de la banda del 3 %, y Más, o sea, hasta el 20 %.

Sin valores y sin compromiso, el 'reto' desvertebrador del Estado es más fácil. Suele pasar cuando los principios se ausentan y dejan la casa expedita para los oportunistas. Sin casi freno alguno, la opción es romper. Romper España, su legalidad y su soberanía. Y alumbrar países independientes, empezando por Cataluña. Siguiendo por las Vascongadas, que tienen el mismo derecho, claro. Y, a continuación, la Comunidad Valenciana, que no iba a quedarse al margen ni tiene menos pedigrí. Y ya puestos, tendríamos las Baleares para formar el estado de los Paisos Catalans, que es el fin último de los independentistas de la barretina enroscada. Sin valores, sin compromiso, sin mapa. Quedaría un trozo de piel territorial para los antisistemas. Una especie de refugio geográfico, paraíso okupa donde instaurarían una república democrática. Término que, por cierto, ya pasó por la Historia europea: la República Democrática Alemana y otras del mismo corte. Vamos, poco menos que un Ikea, con reyezuelo y planes de desarrollo de importación chavista.

Y mientras esta locuras se fraguan, mientras los ciudadanos soportamos que estos delirios de unos y otros nos invadan jartiblemente en los medios, llegan unas Elecciones Generales. Es nuestra bala de oro: la oportunidad de votar el 20 de diciembre. Y la de botar a algunos. Según las encuestas, hay tres partidos que pueden evitar la catástrofe por vía ortodoxa, cosa deseable antes de que lo hagan otros con menos diplomacia y más contundencia. Porque esta situación no es nueva en nuestra España. Ya hemos vivido esta película. Asonadas, golpes de Estado, sediciones varias. Por ejemplo, lo de Cataluña ya lo tuvo que arreglar manu militari la República de 1934, plenamente democrática. La 'fiesta' se saldó con 30 años de cárcel para el controvertido Companys y sus socios. Ahora, en 2015, la suerte acompaña a los golpistas: parece que somos más 'moderados'. Se dialoga, se cede más de la cuenta y se envía dinero para aplacar a la fiera insaciable.

Y según mi opinión, que servirá de poco pero que es la mía, resolver otra vez este pleito ya no será tan fácil. Y menos sin contar con hombres de Estado. No los hay. Baste una muestra del déficit, el socialista Pedro Sánchez: conseguirá que su partido, o lo que quede de él, sea apenas una bisagra; sin discurso, sin programa; sólo pieza de cambio al mejor postor, sin idea de España, sin idea de casi nada salvo de resucitar a Zapatero. Lo más probable es que, tras el 20D, gobierne de nuevo el PP.  Porque no me imagino un tripartito, que quizá sería lo mejor para los españoles. Claro que, visto lo visto, vistos los onanismos territoriales e ideológicos (quiten si quieren lo de 'lógicos') a los hombres sin Estado poco les importa lo que les interese al común de ciudadanos.

Corolario. Mientras tengamos la Constitución de 1978, tendremos leyes que cumplir. Y hacer cumplir. Sólo se debe cambiar esa Constitución para fortalecer a España, nunca para debilitarla. Y ya llegarán, digo yo, que aún creo en los milagros, otros hombres que sí sean de Estado.


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